Para siempre

Sin quitarme la ropa de servicio acudí al tanatorio. Su marido, hijos y amigos estaban desolados. La decisión de Abril de acabar con su vida era incomprensible para quienes consideraban su fastuosa vida como signo de éxito y felicidad. Vida en la que no cabía su condición sexual y que sacrificó por su familia.

Al entrar en la sala, se hizo el silencio, todos me miraron. Sólo al dirigirme al féretro para verla por última vez, comenzaron los murmullos.
En una corona de rosas blancas, nuestras favoritas, una cinta roja en la que rezaba de su puño y letra “Siempre tuya, inspectora” 


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