No te metas con la Aurora

Lo pagarán caro, repetía Aurora contemplando sus cejas tatuadas. 78 primaveras, arrugada como una pasa pero con la energía de una central nuclear.
Decidió tatuarse las cejas, cansada ya de repasar con el eyeliner los 4 pelos que le quedaban sobre los ojos. El fornido tatuador calvo, con extraño acento le aseguró que en dos días bajaría la inflamación y no se le verían tan gruesas. Había pasado una semana. Entró en el salón con sus cejas de Groucho Marx apuntando con la semiautomática de caza al artista.

-señora, no haga tonterías soy ruso

-pues dale recuerdos a Stalin, de la Aurora.



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