El fulano

Si me quieres engorda. Decir eso y levantarme fue uno. Aparté la silla, me levanté, y delante de todos, sin mover un solo músculo de mi cara pero con la palma bien abierta, le propiné la bofetada del siglo. Así, de izquierda a derecha, ¡PLAS! ¡Qué estruendo de gloria, qué descarga y qué júbilo! No dijo ni mu. Nadie- de hecho- dijo ni mu. Volví a mi sitio, cucharilla en mano, las vueltas al azucarillo del café... todo menos que se me enfríe. Eso sí que no.

Yo misma presencié cómo a ese fulano se lo tragaba la Tierra. Hay que aprender a callar.




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