La carrera

La pared del estanco quedó a diez centímetros de mi nariz; los mismos diez centímetros de altura de bordillo que no supe calcular al final de la carrera que inicié 3 segundos antes, desde el otro lado de la calle, cuando el monigote verde del semáforo empezó a parpadear a la vez que el reloj de la farmacia marcaba la hora de cierre de la expendeduría.


Una pareja de edad avanzada (ninguno de los dos cumpliría ya los ochenta) salía del estanco con un bolso lleno de cartones de tabaco.

-¿Ves mi amor? Fumar mata a la carrera

-Sí cariño. Mañana mismo lo dejo



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