Ojos que no ven, consuelo de pocos

La puesta de sol volvió a dejarnos ciegos por sexto día consecutivo. Ceguera colectiva nocturna, acuñaron las autoridades sanitarias.

Al anochecer, los gritos de auxilio en la calle ya no son tan habituales como los primeros días cuando acogimos a un abuelo desorientado que, al amanecer, recuperó la vista y pudo volver a casa.

Ahora, por la noche, charlamos en el salón entorno a la chimenea, susurramos para evitar sobresaltos y nos escuchamos, sin excusas. Los niños duermen mejor. Y nosotros hemos recuperado el tacto más sensible, ese que nos estremece y que nos unió para siempre.

Dicen que pronto habrá vacuna.



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